Sincronía natural
Porque los humanos no somos como los pájaros o los peces, con quienes la naturaleza actúa en sincronía para dirigirlos para que no choquen o eviten a un depredador de los devore.
En este mundo donde hemos aprendido a vivir tal como somos, muchas veces me he preguntado por qué no chocan en el aire los pájaros, o las luciérnagas o en el mar los cardúmenes de peces. La ciencia también se lo ha preguntado y hoy hay una suerte de respuesta.
Como principio básico, existe en el Universo una fuerza complementaria que es el orden espontáneo, y la naturaleza es quien administra esa espontaneidad. Se puede decir de esa manera y es fácil comprobarlo. Hay que mirar al cielo o algunos metros bajo agua. Las grupos de pájaros andan en bandadas y los peces nadadores en cardúmenes, siempre muy bien ordenados todos.
Ambos son criaturas relativamente inteligentes y exhiben verdaderas coreografías hermosas, variadas, cambiantes e inigualables. Generalmente estas danzas tienen que ver con la defensa porque, cuando son pequeños y vulnerables se agrupan, y así evaden a los depredadores tratando de confundirlos para que no logren su cometido.
Los estudiosos, se mantuvieron desconcertados por largos años debido al comportamiento tan exacto de estos seres, que sin tener un jefe, una voz de mando o un líder que les ordenara y entregara la sincronización justa, volaban o nadaban en un grupo compacto. Se llegó a la conclusión que estos animales no tienen una coreografía justa para tal efecto, sino, sólo se están protegiendo a sí mismos.
El investigador Couzin de la Universidad de Oxford, acertó cuales eran estas reglas que regían a pájaros y peces. La primera, señalaba que todos los individuos están exclusivamente conscientes de sus pares y vecinos más cercanos; la segunda, dice relación a que todos tienen la tendencia a alinearse; la tercera, indica que todos se atraen unos a otros, pero intentan mantenerse a una distancia muy pequeña entre ellos.
Cuando estas tres reglas se implementan, en forma casi automática comienzan a observarse los agrupamientos que se asemejan, tanto en bandadas como a cardúmenes. Se calculan que los peces permanecen a un cuerpo de distancia unos de otros y los pájaros unos tres o cuatro cuerpos. Para ambos las reglas son las mismas porque es la naturaleza es quien actúa. Al acercarse un depredador –en cualquiera de estos dos grupos- las reglas cambian y se agrega una cuarta regla: apartarse del camino y moverse en cualquier dirección. Luego del peligro vuelven a juntarse y siguen el camino o ruta que llevaban. Pareciera que todos actúan para protegerse, pero la realidad lo que está sucediendo es una suerte comportamiento darwiniano egoísta.
Las especies siempre estarán tratando de salvar escamas o plumas, pese a que pareciera que están actuando en grupo, pero es el sincronismo el que les da esa ventaja, que es el deseo de salvarse que tiene todo ser vivo; hasta en grupos grandes se reduce la posibilidad de desaparecer y ser comido. ¿El Hombre tiene eso?
Porque los humanos no somos como los pájaros o los peces, con quienes la naturaleza actúa en sincronía para dirigirlos para que no choquen o eviten a un depredador de los devore.
En este mundo donde hemos aprendido a vivir tal como somos, muchas veces me he preguntado por qué no chocan en el aire los pájaros, o las luciérnagas o en el mar los cardúmenes de peces. La ciencia también se lo ha preguntado y hoy hay una suerte de respuesta.
Como principio básico, existe en el Universo una fuerza complementaria que es el orden espontáneo, y la naturaleza es quien administra esa espontaneidad. Se puede decir de esa manera y es fácil comprobarlo. Hay que mirar al cielo o algunos metros bajo agua. Las grupos de pájaros andan en bandadas y los peces nadadores en cardúmenes, siempre muy bien ordenados todos.
Ambos son criaturas relativamente inteligentes y exhiben verdaderas coreografías hermosas, variadas, cambiantes e inigualables. Generalmente estas danzas tienen que ver con la defensa porque, cuando son pequeños y vulnerables se agrupan, y así evaden a los depredadores tratando de confundirlos para que no logren su cometido.
Los estudiosos, se mantuvieron desconcertados por largos años debido al comportamiento tan exacto de estos seres, que sin tener un jefe, una voz de mando o un líder que les ordenara y entregara la sincronización justa, volaban o nadaban en un grupo compacto. Se llegó a la conclusión que estos animales no tienen una coreografía justa para tal efecto, sino, sólo se están protegiendo a sí mismos.
El investigador Couzin de la Universidad de Oxford, acertó cuales eran estas reglas que regían a pájaros y peces. La primera, señalaba que todos los individuos están exclusivamente conscientes de sus pares y vecinos más cercanos; la segunda, dice relación a que todos tienen la tendencia a alinearse; la tercera, indica que todos se atraen unos a otros, pero intentan mantenerse a una distancia muy pequeña entre ellos.
Cuando estas tres reglas se implementan, en forma casi automática comienzan a observarse los agrupamientos que se asemejan, tanto en bandadas como a cardúmenes. Se calculan que los peces permanecen a un cuerpo de distancia unos de otros y los pájaros unos tres o cuatro cuerpos. Para ambos las reglas son las mismas porque es la naturaleza es quien actúa. Al acercarse un depredador –en cualquiera de estos dos grupos- las reglas cambian y se agrega una cuarta regla: apartarse del camino y moverse en cualquier dirección. Luego del peligro vuelven a juntarse y siguen el camino o ruta que llevaban. Pareciera que todos actúan para protegerse, pero la realidad lo que está sucediendo es una suerte comportamiento darwiniano egoísta.
Las especies siempre estarán tratando de salvar escamas o plumas, pese a que pareciera que están actuando en grupo, pero es el sincronismo el que les da esa ventaja, que es el deseo de salvarse que tiene todo ser vivo; hasta en grupos grandes se reduce la posibilidad de desaparecer y ser comido. ¿El Hombre tiene eso?
0 Comments:
Post a Comment
<< Home