Wednesday, April 02, 2008


La hija legítima de la civilización de las máquinas.


El tema de la literatura de ciencia ficción está tristemente actualizado en estos días, atañido a la reciente desaparición del maestro chileno en este género, Hugo Correa.

La ciencia ficción ha sido el género literario que refleja, de alguna manera, la exploración fantástica, creíble o posible, constituida por un innegable tipo de vaticinios científicos, forjados respecto al futuro o a hechos que aún no han acontecido o que ocurrirán. En ella se entrelaza la fantasía y la imaginación de los escritores dedicados al tema, entre los cuales hay algunos de renombre como Julio Verne, Herbert George Wells, Ray Bradbury e indudablemente, Hugo Correa, por nombrar algunos.
Las mentes dedicadas a este razonamiento son muchas y sus nombres no cabrían en esta nota de hoy, incluso muchos de estos imaginativos literatos vienen desde hace siglos; aunque existan lectores que jamás han leído ciencia ficción, pensando que esta narrativa es como una prima en segundo grado de la narrativa soberana, y la desatienden.
La narración de anticipación cuenta, entre otras cosas, la analogía y los tecnicismos acerca de ciudades contrastantes, como una futura ciudad intachable y proba de algún cuento, en comparación a las metrópolis que vivimos en la actualidad, saturadas de personas, vehículos y contaminación. Otros temas son las máquinas, artefactos voladores, criaturas y razas futuras que, tal vez, nunca aparezcan ante nuestros ojos o se queden allí, encerradas entre las páginas de un libro de ciencia ficción.
Sería impropio no nombrar a antiguos literatos que usaron este género que hoy, llamamos ciencia ficción, tales como Platón, Apuleyo, Swift, Cyrano o Rabelais, que usaron este género sin saberlo, sólo dejando correr su imaginación y las propias fantasías que los rodeaban, porque fueron los predecesores en este asunto.
Pero hay más, antes de la revolución industrial y posterior a ella, que fue cuando las mentes, se abrieron más para dar a conocer lo inusitado e inconcebible, y la gente gozara con la narrativa de temas que para todos eran desconocidos. Por ejemplo, Luciano de Samosata, quien en el siglo II d.C. escribió “Historias Verdaderas”, donde imagina un curioso viaje a la Luna, en el que describe con claridad temprana la raza y sociedades selenitas que habitaban sobre el satélite natural de la Tierra; más adelante, Johannes Kepler, en el siglo XVII, escribe su novela “Somniun”, tema que aborda la aventura de un individuo que, igualmente, logra llegar a la Luna, esta vez con el apoyo condicional de un Satanás afectuoso; y no olvidar a Julio Verne que con su novela “De la Tierra a la Luna”, también se sitúa en el astro, disparando una cápsula desde un cañón, cercano a lo que es en la actualidad Cabo Cañaveral; además, en 1863, Verne escribe la fantasiosa novela “París en el siglo XX”, que fue considerada tétrica y fatalista, ya que al año 1960 lo imagina con ciudades apretujadas de gentes, miseria, automóviles empujados por la fuerza de la gasolina, modernos sistemas de trasmisión de voz, conectados con oficinas financieras de las grandes ciudades, etc., lo que no es más que la verdad. La novela “Frankestein” de Mary Shelley, también ha sido considerada de ciencia adelantada a su tiempo. Los 18 volúmenes épicos, escritos en sánscrito, del “Mahabharata”, en el cual se describen naves voladoras, llamados vimanas y variedad de armas atómicas que destruían ciudades completas, incendiándolas; está escrito 300 años d.C., y está incluido en unos de los primeros ejercicios de ciencia ficción, sin embargo, algunos eruditos se inclinan a pensar que son escritos de la realidad de esos tiempos. Es el más extenso poema épico de la literatura hindú; el segundo es el Ramayana, que relata asuntos similares. También está con sus especiales novelas, H.P Lovecraft, con su lectura dura, que tiene muchos adeptos; por otro lado, Louis Sebástien Mercier, con su libro “El Año 2440”, publicada en 1771, con un texto absolutamente futurista, de increíbles descripciones.
En cuanto a la creación, generación y profusión de este género, varios investigadores están de acuerdo en señalar que la ciencia ficción podría dividirse en dos grandes naturalezas: la hot science-fiction o ciencia ficción-caliente, la que se encierra más en la aventura pura, dando como principios básicos los viajes cósmicos, las guerras entre planetas y lo relacionado con las amenazas atómicas, como la obra de Fred Hoyle “Nube Negra” y las novelas del norteamericano Clifford Simak. La segunda, denominada “cold science-ficton” o ciencia ficción fría, es de temas más penetrantes, toca situaciones de sensibilidad normal y de costumbres diarias, llegando en ocasiones a momentos considerados grotescos y turbulentos. Pueden ubicarse en esta naturaleza, “Crónicas Marcianas” de Ray Bradbury, en 1950 o la obra “Fahrenheit” en 1953.
Si bien es cierto, en la ciencia ficción-caliente, pueden darse hipótesis acerca de descubrimientos científicos, de detallados inventos más sus consecuencias para con el nuevo orden del mundo, en lo relacionado a la ciencia ficción-fría, todas estas hipótesis se dan como realizadas, por tanto se supone que ya están en un mundo más adelantado, incluso donde incluir seres extraterrestres.
Otras de las secuencias de esta división, dentro de la naturaleza de la ciencia ficción, hay considerar una tercera parte, donde se encuentra lo relativo al humor negro, las fantasías, el sueño futurista, lo cómico y el suspenso calculado. De la forma como sea, es dificultoso ordenar clasificaciones precisas en el género de ficción, ya que, globalmente, van surgiendo cada vez más escritores de este género literario con interesante narrativa, que para destacarse deben contar, sin dudas, con amplios conocimientos de las materias que abordan.
Existe respeto y, muchas veces admiración, por aquellos escritores que en su tiempo crearon en sus textos, situaciones, artefactos, máquinas y dispositivos que hoy son realidad pura. Por eso se piensa que la ciencia ficción ha suministrado a la humanidad una suerte de gracia inconsciente, al inventar componentes que fueron fantasía hace más de 300 años y que hoy, científicos y aficionados esperan que en el siglo XXI la creación fantástica siga en avance y no claudique jamás.


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