Wednesday, July 25, 2007


¿Qué hace inseguro a un aeropuerto?

Muchas veces la topografía, la falta de calles de rodaje y tener ayudas electrónicas mínimas para aterrizar, lo hacen hasta peligroso.



La seguridad de la navegación aérea es el principal objetivo de los sistemas y servicios que vigilan y protegen a los vuelos. Esta frase de una línea y media contempla un inmenso margen de temas que cubren desde el mantenimiento de aeropuertos y aeródromos hasta la salud de quienes conducen los aviones y de los profesionales que hacen que esos vuelos sean seguros, excepto que ocurran imponderables.
Lo que hace inseguro un aeropuerto es, principalmente, su ubicación geográfica. Acompaña a esto el mal ojo para escoger un emplazamiento sin miras al futuro, como si siempre fueran aterrizar allí los DC3 o C-47, con un entorno rodeado de cerros con cotas mayores que las permitidas para los efectos de seguridad de vuelo, o con el pasar del tiempo, quede rodeado de residencias y caseríos; además, la cercanía a ríos admiten permanente formación nubosa que obstaculizan las operaciones aéreas. Los emplazamientos así son negativos y sin ninguna opción de desarrollo ni crecimiento a futuro.
Los aeropuertos son una cosa viva; crecen, se desarrollan, se extienden, despliegan sus antenas y anhelan crecer para llevar sus límites más allá, pero cuando no es posible hacerlo, porque los lugares deseados ya están ocupados, entonces comienzan a morir de pena y se limitan solamente a recibir aviones que tengan características y peso, cercanos a los de los años 50, cuando fue creado.
Desde 1960 y posterior, con el desarrollo del trasporte de pasajeros en aviones a reacción de fuselaje ancho como en B747 y sus distintos modelos, se hizo más difícil contar con aeropuertos que poseyeran espacios suficientes para maniobrar en las plataformas de estacionamiento; que incluyeran pistas de aterrizaje y calles de rodaje con la resistencia suficiente para admitir naves más pesadas; si tampoco es posible instalar en tierra las ayudas electrónicas modernas que ayudan a los aterrizajes seguros con mal tiempo, aunque las aeronaves que intenten aproximar cuenten con los sistemas específicos a bordo, entonces, cuando estos mínimos requerimientos no son posible de satisfacer, viene el fenecimiento, el enclaustramiento permanente del emplazamiento porque no permite el desarrollo ni la evolución.
Cuando el avance urbanístico alrededor de los aeródromos se torna desventajoso y comienza a ahogar, es hora de mirar lugares más seguros. Si se tomaran en cuenta la planificación básica dictada por la OACI, como las áreas de las "superficies limitadoras de obstáculos", el urbanismo no avanzaría peligrosamente cercando las instalaciones aeroportuarias.
A nadie le gustaría que su aeródromo se comparara al aeropuerto de Congonhas, Sao Paulo, Brasil, ahogado por la ciudad y peligroso.

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