Saturday, September 24, 2005

DETECTÉ IMPRESIONANTE OBJETO EN MI PANTALLA DE RADAR

"El miércoles 22 de noviembre de 1978, quedará para siempre en mi mente como una experiencia inolvidable, señaló Patricio Borlone Rojas ".


Artículo publicado por la revista francesa "VSD Hors-Serie" [Julio de 2000]Texto en francés y fotos: Bernard Thouanel / Traducción: ATC Patricio Borlone Rojas pborlone@terra.cl
Noviembre de 1978 fue uno de los períodos más duros y quizá el más inquietante de una parte de la historia de Chile, debido al problema territorial – bastante serio – que surgió entonces con la República Argentina. Ambos países estuvieron prácticamente al borde de una guerra por no haber acuerdos sobre dos islas al sur de Punta Arenas.Con respecto al tráfico aéreo de la zona central meridional y del sur de la República de Chile, el volumen de trabajo fue extraordinariamente alto, especialmente en el campo de la observación por radar de los límites fronterizos y hacia el interior del país, que vigilaban el sector central de Santiago y sus alrededores.La totalidad de los sistemas de radar vigilaban el espacio aéreo nacional. En forma global, fueron ensambladas las operaciones civiles y militares, directamente con las agrupaciones operacionales de la Fuerza Aérea de Chile.Los aviones de combate de la aviación chilena estaban dispuestos a salir ante la presencia de cualquier intruso que traspasara los límites territoriales, sin los permisos ni la identificación correspondiente. En caso que sucediera la detección de un intruso, el despegue de los aviones cazas sería inmediato hacia sus objetivos posibles, dirigidos directamente por los radaristas especializados de Cerro Colorado en Santiago.Por esa razón y por la responsabilidad que yo tenía, en ese entonces, como Jefe del Centro de Control del Área de Santiago y del sistema radar, permanecía en la unidad por tiempo extendido y efectuaba turnos de permanencia en las pantallas, como cualquier otro controlador.En la madrugada del 22 de noviembre de 1978, alrededor de las 02:00 horas, realizábamos la labor de explorar el espacio aéreo a través de las pantallas de un radar primario Philips, junto con mi colega J. W. No existía tránsito notificado de aviones comerciales, no había ni llegadas ni salidas de vuelos de los aeropuertos centrales y nada surcaba los cielos chilenos en ese sector. Era una madrugada tranquila.Yo me encontraba a cargo del sector central del área de Santiago, la que cubría – aproximadamente – un círculo de unos 180 kilómetros de diámetro, centrado en Cerro Colorado. El sistema estaba adecuado a las necesidades y era capaz de detectar cualquier objeto que se moviera, a una determinada velocidad, entre el suelo y unos 15 kilómetros de altura.Repentinamente, en la parte superior derecha de mi pantalla, en el extremo mismo, se generó un eco que apareció de una manera muy clara. Pensé, inicialmente, que podría ser un "eco falso", muy común en los sistemas de radares primarios, pero luego apareció nuevamente, ahora más al oeste, en una nueva demarcación. Permanecí con mi vista fija en el sector; no quería distraerme.El tipo de pantallas que se encontraban en uso, contaban con una fosforescencia verdosa que favorecía la permanencia del eco generado. Di mayor contraste a la pantalla para determinar qué estaba viendo. Al momento del próximo "strike" de la antena (barrido), el blanco observado no estaba en el mismo lugar, se había desplazado 6 millas náuticas (unos 11 kilómetros) hacia el oeste.Entonces advertí a mi colega del trabajo J. W., que observara con mayor nitidez su pantalla de menor alcance, pero con mayor resolución y que obtuviera con detalle la detección del misterioso objeto que se estaba observando en la mía.La generación del increíble eco era comparable con el tamaño de dos Boeing 727 juntos, pero no así lo rápido de su desplazamiento. Posterior al cuarto golpe de la energía de la antena, ya no había duda que era algo que tenía proyección en su trayectoria.Repentinamente – pienso que estaba en el sexto "strike", aproximadamente unos 24 segundos después de su entrada en cobertura – inició un leve cambio de trayectoria a su izquierda, ahora con rumbo 180°.En este instante ya sabíamos que no era un eco parásito. Entre el barrido de antena 12 y 13, es decir a los 48 segundos, tomó un rumbo netamente hacia el sur oeste.Silenciosos y sorprendidos pudimos observar que abandonó el borde de la pantalla de radar, en un lugar situado a 37 kilómetros al sur del VOR de Santo Domingo, cortando la aerovía que va hacia el VOR de Concepción. En ese instante, catorce "barridos" o golpes o "strikes", había golpeado al objeto volador no identificado. La dimensión del objeto detectado – calculado dos veces el tamaño de un Boeing 727 – se catalogó como algo de características desconocidas.Después supimos que ni los Centros de Control de Mendoza, Antofagasta y Puerto Montt señalaron no haber tenido tráfico conocido en las zonas correspondientes.El índice del recorrido, sólo 56 segundos, calculado sobre la base de las 15 PRM del sistema radar, su desplazamiento entre los "barridos" y la forma como pintó cada vez en pantalla, permitieron calcular que evolucionar a 11 kilómetros cada 4 segundos, a una altura que podría estar entre el suelo y 15.000 metros y, lo sorprendente de todo, que su velocidad con respecto a la superficie fue de: 9.720 kilómetros por hora.En 1978 – que yo supiera – no había nada que volara a esa velocidad. Un Objeto Volador No Identificado, nos visitó aquella madrugada de noviembre de 1978.
(Caso verídico sucedido en el Aeropuerto Arturo Merino Benítez el 22 de noviembre de 1978)