Tuesday, June 21, 2011


¿Qué puedo decir?

El llamado bloqueo del escritor es más común de lo que se piensa. Le sucede a periodistas, estudiantes, abogados y políticos; hoy son muy pocos los que se salvan.

Desde mucho tiempo que no escribo palabra en este blog regalón. A pedido de mucha gente, aquí está un nuevo comienzo, un re inicio porque debo ser condescendiente con los lectores. No estoy enfermo ni me he muerto, estoy de lo más bien, excepto que ahora vivo en la V Región. Diré cual es parte de la razón de mi silencio y le pasa a muchos; es el bloqueo.

El bloqueo del que acostumbra a escribir, a veces se hace insalvable, enorme y hoy no tengo nada que decir sobre algo; eso me hace sentir incómodo. Me las agenciaría para decir lo que me gusta o no, pero eso a nadie le interesaría; cosas como si me agrada comer carne o pescado, si me corto el pelo o lo deja largo, si argumento sobre fútbol y el último campeonato, si escribo algunas líneas sobre política con una pizca de ironía o simplemente, sobre el medio ambiente, de las termoeléctricas, de los que se aprovechan de los más débiles o de las injusticias.

Pero hoy no tengo ganas de escribir sobre nada, porque estoy en el pozo de la sequedad con la misma fuerza de la sequía que invadía la Región antes de las lluvias, pero esta es de una sequía mental. Hoy estoy seco.

El llamado bloqueo del escritor es más común de lo que se piensa. Le sucede a periodistas, estudiantes, abogados y políticos; hoy son muy pocos los que se salvan. Pero así como llega, también debe haber sistemas, trucos, etc., para que desaparezca esa aridez de escritura. La “hoja en blanco” del que acostumbra a escribir es un fenómeno psicológico en el que pierde la habilidad de hacerlo por un tiempo incalculable; se pierde la inspiración y la fluidez creativa. Este obstáculo terrible que es la obstrucción de la inspiración creativa puede tomar horas, días, semanas ó meses y, en casos extremos, años ó hasta el resto de la vida haciendo que algunos escritores dejen de escribir. Pero estoy seguro que no será mi caso, debo encontrar pronto hacia qué lado del cerebro se fue la musa. Sé que para escribir debo hacerlo con el hemisferio derecho del cerebro, es decir, hermanado a la emoción y exaltación. Intento tener disciplina y no llegar al extremo que señala Louis Timbal-Duclaux: “la angustia del tiempo que pasa y no se recupera”. Es como el martirio “del lápiz roto”, que no permite escribir una línea, o se tiene otro nuevo o se saca punta al trocito que queda.

La sequedad de redactar es el recreo largo que se da el que escribe, aunque no lo desee; el cerebro dice “detente un momento, no degastes todas las neuronas intentando crear algo que debe tener su tiempo y madurar”. ¿Acaso se trata de escribir el asunto que a uno le gustaría leer? Francamente, lograrlo es un acto de felicidad, pero uno está en medio del desierto de la creación y no encuentra un pequeño oasis donde cobijarse para que vuelvan las ganas de escribir. No cabe duda que es como si le faltara el oxígeno para respirar o al tintero se le acabó la tinta y aunque surjan ideas no hay cómo escribirlas, excepto se tenga una voluntad de oro que evite la sequedad del que escribe, cosa que no sucederá de inmediato.

Hoy, no tengo nada que decir, tal vez pueda hacerlo mañana o el próximo viernes, ya que hoy las válvulas de la creación están absolutamente cerradas y no es chiste.

Pero ya verán cundo llegue la musa!!