Thursday, November 23, 2006


El código de la vejez.

"Todos llegaremos a la última frontera, no importa en qué fecha; el precipicio está en la vejéz".

El ser humano se va abriendo caminos y fronteras desde que nace. Desde el esfuerzo de ubicar el manantial de alimento puesto por la naturaleza en la madre, pasando por aprender a caminar, a leer, a sentir amor por alguien, a ganarse el sustento, a tener una familia, a pasar por la vida entre alegrías y fracasos, hasta que se comienzan a olvidar las cosas. ¿Dónde dejé mis lentes? ¿Dónde están las llaves? ¿A qué venía aquí a la cocina? Estas y muchas otras son las preguntas que se comienza a forjar uno, poco a poco.
¿Pero, quién no olvida algo, alguna vez? Probablemente una gran mayoría de las personas lo hace. La intranquilidad lo ahorca a uno cuando esto pasa a menudo y más que nada, por no poder encontrar las cosas que creía estaban en un lugar y no lo están o, simplemente, por olvidar nombres y situaciones pasadas.
No obstante, la angustia inquieta a los adultos mayores y a otros más jóvenes, también. El código de la vejez se deja ver lentamente cuando ocurren estos olvidos. Pareciera que esto es una prueba de lo que dicen los médicos especialistas; que la memoria va cambiando con la edad y, agregan, que el cerebro usa diferentes recursos para almacenar y administrar la información adquirida, que con el transcurrir de los años, varía. Tal vez se así, porque el proceso se va haciendo más lento y los elementos transmisores o llamados “neurotransmisores”, en esa instancia de la vida, ya no se producen aceleradamente o en cantidad suficiente.
Los especialistas en terapias de la vejez, señalan que los olvidos no son, en absoluto, indicativo de alguna enfermedad específica que deba ser tratada por un geriatra. Los olvidos pueden considerarse normales, siempre que sean relativos a reseñas aisladas o a información carente de importancia. Se debe considerar que las cosas nuevas que se están aprendiendo en la edad del adulto mayor, como computación, bailes, capacitación en artes, tejido, etc., ocupan lugar y deben pugnar con la inmensa cantidad de recuerdos ya acumulados con anterioridad. Entonces, podría primar la importancia del recuerdo con la nueva técnica que se está cultivando. Allí, ya es asunto del cerebro y si lo que está alimentando las neuronas es fácil de comprender y, además, se está capacitado con algo grato, tal vez gane lo novedoso y una parte del recuerdo se vaya.
Pero hay técnicas para recordar donde se dejan las llaves: dejarlas siempre en el mismo lugar, lo que sirve también para los anteojos. Es recomendable anotar las cosas que se van a hacer en el día o apuntar en un cuaderno o libreta, si va a guarda en otro lugar, algo para que otro no lo tome.
Con los años se van cerrando puertas, pero también se abren otras, que muchas veces son mejores y ayudan a una mejor vida.

Wednesday, November 22, 2006


El Tercer Reich y la novedosa tecnología.

Pocos saben que el Führer se las ingenió, junto a sus asistentes, para conseguir lo inalcanzable.


Existe un tema que, en lo posible, se ha tratado de ocultar a través del tiempo o por lo menos, desacreditarlo al máximo para que no sea tomado en cuenta. Se trata de los nexos que Adolf Hitler habría tenido, en alguna oportunidad, con seres venidos del cosmos, antes de 1938.
Parece un argumento muy poco creíble, pero los restos físicos de los experimentos nazis en esa materia, estaban vigentes durante la II Guerra Mundial y si no lo lograron por completo, a lo menos obtuvieron los prototipos suficientes de armamento como la “Fliegende Scheiben” o más conocida como bomba V-7 o arma de represalia contra los enemigos de Alemania. (Vergerlstungwaffe 7”). Cada una de estas armas fue construida por Siemens y probadas en Peenemünde (Noruega), la base de misiles donde se probaron las V-7 que se utilizaron contra Inglaterra.
Muchos fueron los técnicos, ingenieros y científicos que formaron parte del gran batallón experimental en investigación ovníloga en la Alemania nazi. Un amplio abanico de posibilidades y habladurías coronaban los largos pasillos de los lugares donde se experimentaba con tecnología alienígena, generalmente fuera de Alemania. Los ex funcionarios e ingenieros estaban amenazados de muerte si hablaban acerca de los temas en los cuales habían aplicado sus conocimientos. Cada grupo de científicos trabajaba por separado y ninguno sabía para qué servía lo que estaban desarrollando, excepto el cerebro del Tercer Reich y un par de sus asistentes directos.
Alrededor del año 1950, arriesgando sus vidas, varios científicos divulgaron algunas confidencias y cifras inconexas que llevaron a pensar oficialmente, los serios intentos del Führer por construir vehículos voladores similares a los ovnis por aspecto y prestaciones. Los resultados fueron funestos al matarse más de 18 pilotos de primera línea entre 1939 y 1940, quedando la aviación de guerra alemana, “Luftwaffe” creada por Hitler en 1935, prácticamente sin los importantes pilotos.
¿Pero, de donde vino la idea de realizar la construcción de esas extrañas y potentes máquinas? ¿Y los planos y diseños?
En las notas del Dossier X, en la que señala que el investigador alemán Jan Van Helsing, apunta a que la idea fundamental de construir vehículos voladores tan inusuales para la época, se le ocurrió a Hitler, después de que una “delegación” de extraterrestres (¿) procedentes de un sistema de Aldebarán, entraran en un secreto contacto con altos jerarcas nazis. Aquella magnitud estelar, Aldebarán, también es conocida como Alpha Tauri, que es la estrella más brillante de la constelación Tauro. El nombre Aldebarán deriva del árabe al-Dabaran, que significa ‘el seguidor’, y alude al hecho de que la estrella “persigue” alrededor del cielo a las Pléyades, un famoso cúmulo de estrellas. Aldebarán está situada justo al norte del ecuador celeste, y es visible en ambos hemisferios durante las noches de diciembre a marzo.
Según la versión de Van Helsing, los visitantes espaciales habrían tomado al Führer por el dominador del planeta y se habrían dirigido a él como “primer representante de la Humanidad”. Según algunos, esta habladuría se vería avalada por el hecho de que las numerosas interpretaciones esotéricas del nazismo siempre hacen referencia a un grupo de misteriosos “Superiores Desconocidos”, a cuyo mando se habría sometido Hitler.
Dejando a un lado la pintoresca situación por la genial idea de Hitler y los prototipos de naves volantes, el investigador Van Helsing asegura que en realidad, el equipo nazi de científicos e ingenieros, intentaron reproducir naves con las características de platillos voladores “aldebaranianos”, incluso Hitler mandó construir una fábrica encargada de elaborar copias de las naves.
Cuando estuvieron construidos los primeros prototipos, se les asignaron nombres pertenecientes a la mitología escandinava, tales como Vril, Thule, Odin y Haunebu.
Antes del año 1943, un ingeniero en motores de reacción, el milanés Giuseppe Belluzo y el ingeniero Miethe, asentados en la base Bratislava, crearon un platillo volante consistente y compacto de unos 40 metros de ancho y que en su primera prueba en vuelo, explotó en el aire. Posteriormente lograron armar uno que sí parecía funcionar y dio buenos resultados en las pruebas, lo que dejó al Fuhrer muy contento, pero parecía que no era la etapa de triunfos de Hitler. Coincidió con la llegada de los rusos a Berlín y debieron destruir, planos, proyectos, documentos originales, y hasta los modelos terminados y la fábrica, fueron destruidos para que no cayeran en manos enemigas. Tiempo después Alemana se rindió.
Luego de eso, comenzó la lucha entre rusos y estadounidenses por tener la tecnología que había desarrollado el Fuhrer y su equipo de ingenieros. La captación de los técnicos y científicos alemanes y extranjeros fue lo que marcó a la Guerra Fría. Ahora comenzaba otra faceta de la historia. ¿Visitarán a alguien los seres de Aldebarán?

Tuesday, November 21, 2006


OBSERVANDO A KARL GUSTAV JUNG.

Tal vez el título no tenga todo el contenido, pero este es un hombre impredesible.


Karl Jung, psicólogo y psiquiatra suizo fallecido en Kussnachr, Zurich en 1961, y considerado como el más importante y genial de los psicoanalistas que se apartaron de Freud, publicó una producción vastísima, tanto por su cantidad como por la erudición, variación y amplitud de sus investigaciones.
Desde muy joven manifestó su talento como investigador, sobre todo en la psicología analítica. Curiosamente tuvo un creciente interés en el fenómeno ovni desde el inicio, de los años 40. Siempre consideró que podía tomar este delicado tema y explicarlo en clave esencialmente psicológica.
Ya casi al final de su vida, en 1958, por fin dedicó el tiempo para reunir las investigaciones y plasmarlas en su libro “Ein Moderner Mythus. Von Dinger, die Himel gesehen werden” (Un mito moderno. Sobre cosas que se mueven en el cielo).
Según sus fundamentos, la interpretación psicológica del fenómeno de los Objetos Voladores No Identificados, encontrarían justificación en el hecho de que las personas ven en el cielo cosas que tienen un comportamiento como objetos materiales y que tienen, fundamentalmente, forma redonda.
Basado en esa hipótesis que plantea Jung, lo “redondo”, ya sea un círculo o una esfera, es una manifestación arquetípica del subconsciente, que como el mandala, (en sánscrito, círculo, en el hinduismo, en el tantra budista y en el budismo esotérico, diagrama cosmológico utilizado como foco y guía de la meditación), simboliza la totalidad, la armonía, la perfección; en definitiva, a Dios mismo. Por tanto, los llamados ovnis, no sería más que proyecciones inconscientes de este arquetipo.
Basado en esta premisa, Karl Jung piensa que la humanidad de la época (1958), se siente agobiada por la pesadilla de una guerra nuclear, y manifestaría cierta tendencia a visualizar de esta forma, “signos en el cielo”, para buscar inconscientemente una esperanza de salvación.
Pero, también, Karl Jung, concede que dicha teoría no podría explicar globalmente el fenómeno anómalo de los ovnis. “Existen, no obstante, buenas razones para no poder zanjar el asunto con tanta simplicidad –dijo- por cuanto hay numerosas observaciones de ovnis que han sido vistos en las pantallas de radar y en placas fotográficas”.
En los últimos años, Jung formó parte del APRO, famoso centro “ufológico” estadounidense y ha sido confirmada su tendencia a creer en los ovnis extraterrestres. Al final, para él, los ovnis eran objetos materiales de naturaleza desconocida.
http://borlonerojas.blogspot.com

Sunday, November 19, 2006


HISTORIAS DE LA VIDA

La pregunta sin respuesta.

Cuando un fenómeno -sea este anómalo o no- perdura en el tiempo sin una respuesta que convenza a la opinión pública, se le puede tomar y dejarlo guardado en un armario hasta que haya una investigación referente y veraz. Se trata del insólito fenómeno OVNI.


Uno de los enigmas de la humanidad que no ha tenido aclaración, es el de estos extraños aparatos: los Objetos Voladores No Identificados. Aunque se han barajado hipótesis y teorías salidas de muchos especialistas, ninguna ha sido probada ciertamente, ni aún mostrado un algo físico que las compruebe; solamente testigos que señalan haber visto luces; curiosos objetos; cientos de fotografías y filmaciones de las cuales muchas han sido consideradas como trucadas. Es verdad que hay otras que no han tenido una explicación sensata, ni en el sentido meteorológico, atmosférico o científico.
La Biblia, el Libro Sagrado de la cristiandad, tiene eventos que perfectamente podrían referirse a estos artilugios volantes. Por ejemplo, en el Antiguo Testamento, en la primera parte del Libro de Ezequiel, capítulo 10:10 y 10:13, entre otros, aparecen relatos con expresiones tales como “carros”, los que podrían ser interpretados como objetos metálicos que se mantenían en el aire.
Este es un fenómeno que ya en esa época estaba en boga, sin tener conciencia sobre qué se trataba, sólo que era inexplicable, como lo es hoy.
La mayor parte de las personas relacionan los ovnis que se ven en el cielo, como venidos de fuera de la Tierra, de otras galaxias o del infinito del Cosmos. ¿Y no podrían ser de la misma Tierra? ¿De países adelantados? ¿De aquellos que han obtenido nuevas tecnologías?
Por otra parte hay grupos serios que plantean que los seres “extraterrestres” –si existen- no denotarían peligro alguno para la humanidad, todo lo contrario. Pero, de la misma forma, hay otros que insisten en promover la negatividad respecto a estas posibles civilizaciones; y es más, pareciera que estos últimos han mantenido su campaña en contra de su existencia.
Hay documentos y declaraciones de numerosos ex científicos que trabajaron en la NASA, que se han atrevido a relevar que, muchos de los avistamientos alrededor del mundo, que han sido observados en los últimos 56 años, han sido fabricadas por militares estadounidenses, usando adelantadas técnicas de diseño, material y sistemas de propulsión, probablemente duplicadas y transcritas de tecnología muy avanzada de civilizaciones que han sabido llegar hasta este planeta azul. Pero, todo lo niegan.
Después de lo sucedido en la región del desierto de Nuevo México, en Julio de 1947, cuando un ranchero notificó que una desconocida nave se había estrellado al noroeste de la Base Aérea de Roswell y, posiblemente, recuperada por organismos estadounidenses, comenzaron a aparecer una serie de adelantos y avances en las comunicaciones y otras áreas tecnológicas, en Estados Unidos, posterior a 1949.
En esa época, y en razón al descubrimiento en Roswell, los asesores del presidente Harry Truman, el científico Dr. Vannevar Bush y el Secretario de Defensa, James Forrest, convencieron al presidente de crear un grupo especial, que fue designado por el Memorandum Ejecutivo NSC-5410, del 24 de septiembre de 1947, que dio vida al “Mayority Twelve (MJ-12), entidad encargada de vigilar, dirigir e investigar todo lo relacionado con la nave extraterrestre recuperada. El MJ-12 era todo un secreto; estaba formado por científicos y militares de confianza y de alto rango. Ni el FBI ni la actual CIA, al inicio, estaban en conocimiento del secreto grupo.
En vista de los acontecimientos, la tecnología de la nave, los 4 cuerpos de alienígenas encontrados y sobre todo, por estar comprometidos a mantener el secreto de lo encontrado, hubo varias contradicciones entre la opinión del Secretario de Defensa y el resto de los constituyentes del MJ-12, debido a su oposición a mantener el hermetismo. Forrest, por ser un hombre religioso y correcto, sostenía que el público estaba en su derecho de saber la verdad. Al corto tiempo, el Secretario de Defensa, James Forrest, fue declarado insano y enviado a una institución hospitalaria. Unas semanas después, James Forrest se suicidó misteriosamente, dentro de una serie de suspicacias.
Hay una larga historia en este grupo MJ-12. Ya en 1960, Estados Unidos sabía de la fibra óptica, de la tecnología en computación, de la señales de televisión, de comunicaciones y nuevos diseños de aeronaves y sobre todo de la propulsión que las naves usaban.
Los experimentos realizados en las bases aéreas en el desierto cercano a Nevada, han volado por todo el mundo y en forma secreta. El público cuando las observa, piensa que son OVNIs venidos de otros mundos y no es así. Las naves prototipo triangulares son las que más han tenido éxito. Pero el secreto se guarda profundamente. Como se hizo antes, al comienzo, con el avión P-51, con el U-2, el F-117 y ahora con el TL3V, producido por el “Proyecto Aurora”.
Hoy, todo se niega, hasta el encuentro en Roswell y existe una larga lista de “proyectos oscuros”, aunque los presupuestos anuales continúan entregando una cantidad cercana a los 35 mil millones de dólares para esos fines. También se estudia el sistema nuevo de propulsión basado en la tecnología antigravitacional y electromagnética.
¿Entonces, estamos solos en el Cosmos, o no?
Una pregunta, que por ahora, no tiene respuesta.


Estoy consciente que no he escrito ni una palabra en mi blog, desde hace meses. No es porque no quiera, es porque he estado ocupado, investigando, leyendo y escribiendo mi última novela. Tal vez nadie quiera publicarla, pero es mi deber intentar que alguna editorial se interese. Si bien es cierto, es fuerte y también entretenida, dará que pensar. Ya está inscrita en el Derecho Intelectual del edificio de la calle Lira de Santiago de Chile, donde llegan todos los que crean alguna obra.Creo que les dará pica a Dan Brown, a James BeauSeigneur y hasta a Matilde Asensi. Veamos de quién es la mejor ficción.

Les anticiparé la “Introducción” de la novela “Detrás del Altar y la Cruz”. El nombre no está definido aún.


INTRODUCCIÓN

Jerusalén, hace siglos atrás.Desde que amaneció ese viernes de abril, hace cerca de unos 1970 años, Jabad, como le decían, o A l – B a ` i t h, su verdadero nombre, que significa algo así como “el que hace revivir todo”, estuvo atento a los acontecimientos que estaban sucediendo desde el día anterior. Ese fue el más funesto de los días de Jesús, que fue capturado y detenido por orden superior. A l – B a ` i t h, un verdadero testigo de los sucesos, siguió en todo momento desde muy cerca, paso a paso, tras la ruta del maltratado Jesús. Observó sus caídas soportando el peso de la crux immissa; escuchó sus quejidos de dolor y vio la sangre que bañaba su cuerpo escurriendo por espalda y piernas. Los latigazos de la mañana habían dejado su marca.La repentina idea y el inmediato accionar que concibió el joven en el preciso momento en que Jesús pasaba frente a él, signa en parte el sello de este escrito. En ese sitio, A l – B a ` i t h, rápidamente, se despojó del ligero atavío blanco que cubría su cabeza y con él limpió el rostro, los hombros y espalda ensangrentadas del sindicado Rey de los Judíos. Caminó un buen trecho junto al desdichado Jesús, ayudándole, mientras los guardias romanos le maldecían y hacían intentos de golpearlo por realizar tal faena. Luego de un largo trecho se separó de Jesús. Instintivamente guardó esa tela bajo sus ropajes y se adelantó marchando rápido hasta el lugar donde ocurriría la crucifixión.Más tarde, A l – B a ` i t h, parapetado entre un grupo de rocas en el sitio de la crucifixión, fue testigo de la furia e indolencia de los soldados romanos contra Jesucristo. Coincidente con ese día que era su cumpleaños número 17, el muchacho no deseaba nada especial de regalo, pero sentía la sensación de que estaba recibiendo algo excepcional al presenciar la subida de los tres condenados hacia el calvario. Observó alerto cada detalle. Además, los sentimientos hacia los cristianos y por el mismo Cristo, que ya estaba siendo crucificado a sólo metros de él, le importaron nada en ese instante. Menos le importaron los gemidos suaves y claros que salían del pecho de Jesús. La sangre salpicó los brazos de los verdugos al dar no menos de 36 martillazos que hundieron el largo y grueso clavo sobre el pie izquierdo encima del derecho. La filuda punta atravesó los primeros espacios ínter metatarsianos del pié y en el extremo distal de la articulación tarsometatarsal, que se afirmaban en un “suppedaneum”, pequeña superficie en que Cristo podía posar ambos pies, también fue atravesada. La sangre del crucificado corría con lentitud por la ley de gravedad, desde la cabeza a los pies y allí convergía, en el madero, al tiempo que su respiración cada vez era más pobre, lenta y difícil.A l – B a ` i t h no se dio el tiempo de pensar, ni por un segundo, lo que sufría ese hombre junto a los otros dos, clavados en las cruces.Pasaron varias horas mientras el muchacho era testigo del acontecimiento. Luego de las tres de la tarde hubo un curioso eclipse de sol y Jesús, como si coincidiera con el hecho, dio un grito con fuerza, luego unas palabras y su cabeza descansó lentamente sobre el pecho. Tiempo después clavaron una larga lanza verificadora en su costado y saltó agua. Cuando lo bajaron de la cruz, ya estaba muerto. A los otros dos les quebraron las piernas a golpes de arma, en medio de los gritos de dolor.El llamado Jabad, el muchacho testigo, de perlada frente por la tensión de los hechos, siguió parapetado entre las rocas por largo tiempo. Al atardecer las cruces estaban vacías y los cuerpos entregados a sus deudos. Repentinamente, sin aviso, la punta de una lanza le aguijoneó su costado izquierdo. A l–B a ` i t h brincó asustado y se puso de pie de inmediato.-¡Oye! Tú y aquellos que están allá, tomen estas herramientas y entierren por algún lugar esas tres cruces, una encima de la otra –gritó un macizo romano con una amenazadora lanza.Tres hombres se pusieron a desenterrar los maderos de la base donde estaban estacadas y a la vez, dos a cavar un profundo hoyo distante unos 20 metros hacia abajo del monte. Cuando las cruces estuvieron fuera de sus bases, fue entonces cuando A l – B a ` i t h pidió quedarse con un trozo de una de las cruces.-Haz lo que quieras, pero entierren luego esas roñas –intimó con fuerza el soldado, en voz alta.Con algo de ingenio, las herramientas y ayudado por uno de los hombres, logró obtener justo el trozo donde habían descansado los pies de Jesús. No medía más de 35 centímetros de largo. Lo envolvió en un pañuelo, lo dejó bajo una piedra y siguió con su labor. Desechó el “RIP” o título de condena, que aparecía afirmado en el tope de la cruz de Cristo.En dos horas estaban las tres cruces enterradas profundamente, una encima de otra y sobre la superficie no había señales que se hubiera crucificado a alguien. Sólo tierra removida. Tampoco había testigos en el lugar. Los cinco hombres y los guardias bajaron desde el Monte del Calvario hacia la ciudad. Estaba oscuro y descendieron a tropezones. El joven Jabad pensó que había sido un cumpleaños diferente y se alegró al llevar el trozo de cruz bajo el brazo, mientras las heridas de las manos le hacían sangrar las palmas.Esa noche, al llegar a su casa, comenzó a escribir sus acciones en un libro de tapas negras, en su propio idioma, el arameo. Cada semana abría una página nueva en el libro de tapas negras, que fue su diario de anotaciones. De la misma forma, durante largo tiempo ocupó momentos especiales en fabricar un cofre de madera y hierro, con el fin de guardar el fragmento de cruz junto a la tela ensangrentada de su cubrecabeza y el libro negro donde escribía cada vez que podía.Mucho tiempo después, cuando dio fin a su labor de confeccionar el pequeño cofre, lo guardó para siempre con las cosas en su interior y lo enterró en un rincón de su casa.Pasados largos treinta años y A l – B a ` i t h, transformado desde hacía tiempo en un cristiano más, minutos antes de morir confesó que su mejor cumpleaños había sido la vez que lo obligaron a cumplir una misión sagrada, que fue enterrar las cruces donde Jesús y los dos bandidos habían sido crucificados. Aquellos que le rodeaban quisieron saber donde quedaba ese lugar, pero el último suspiro se los impidió. Debieron pasar varios siglos, para que se conociera el sitio exacto donde estaban las cruces.No fue si no hasta que Constantino el Grande, Primer Emperador romano que asumió el cristianismo como religión única en el Imperio, y su madre, Elena, cuyo nombre significa: "antorcha resplandeciente” –más tarde canonizada como Santa Elena- quienes, de alguna forma directa tuvieron que ver con la aparición de la cruz de Cristo. Habían pasado tres siglos de persecución de los católicos.Alrededor del año 326 d.C., Elena, con más de 70 años de edad, mientras se encontraba en Bizancio, que era la capital de oriente del Imperio Romano, decidió partir hacia Tierra Santa, empujada por una especial necesidad espiritual que tenía: ubicar la cruz de Cristo. La acompañó un séquito de leales hombres que comprendieron su exigencia, una vez más. A llegar a Tierra Santa, interrogó e investigó a judíos y cristianos sin dejar un momento de intentar cristalizar su llamado espiritual de encontrar lo que se había propuesto.Por fin y después de un año de búsqueda en distintos lugares, obtuvo lo que quería; el justo lugar donde podrían estar las cruces donde Jesús y los ladrones fueron ajusticiados. Luego de variados intentos, fallidos algunos, encontraron unos maderos que aún se mantenían en relativo buen estado, seguramente debido al sol y lo salino del área.Pero faltaba una suerte de autentificación de que aquellos maderos, para demostrar que los hallados eran los reales. Con esa finalidad, no encontraron mejor prueba que experimentar colocando a un hombre que había fallecido en la madrugada, sobre cada uno de los tres maderos. Estaba envuelto en una sábana y lo fueron depositando sobre cada resto de cruz. Al rato, al no obtener una respuesta convincente, lo sacaron y dejaron a un lado. Luego determinaron poner a una mujer moribunda que apenas caminaba, sobre la que podría ser la cruz de Cristo. La mujer, en forma increíble, mejoró repentinamente de su enfermedad y salió caminando sin ayuda. Casi de inmediato una tos repetitiva los hizo volverse hacia el hombre envuelto en la sábana blanca que intentaba ponerse de pie. Le ayudaron y el hombre que había estado muerto, con aspecto de total desconcierto, salió rápidamente como escapando en dirección a la ciudad. Con estas pruebas se dieron por satisfechos, confirmado que la cruz donde habían yacido las dos personas, era la que se llamaría en el futuro, Veracruz, Verdadera Cruz o Cruz de Cristo, que hoy –se dice- reposa junto a otras reliquias, en la Iglesia de Turín, Italia, incluyendo un Santo Sudario.Pero hay algo más. Durante las correrías intentando encontrar información para ubicar las cruces en las diferentes casas de la ciudad de Jerusalén, uno de los hombres de Elena encontró enterrado en un rincón de una casa semi destruida, un pequeño cofre de metal y madera. Estaba sellado con aros metálicos y soldados a punta de fuego, lo que impedía su apertura. Lo entregó en las manos de Elena, quien lo resguardó junto a sus joyas, sin interesarse en averiguar qué contenía. Ella, cumpliendo sus deseos, dispuso que los restos de la cruz de la crucifixión se seccionara en tres partes, quedando una en Jerusalén, otra en Constantinopla y el último trozo, junto al cofre sellado, se guardaron como reliquias en una basílica de Roma, que posteriormente llevaría el nombre de Santa Cruz de Jerusalén. Tiempo después de estas acciones, Elena falleció en los brazos de su hijo Constantino en el año 330 d.C.Allí permaneció todo, resguardado y cuidado con esmero, pero a fines del año 1538 se cometió un inaudito robo en el recinto eclesiástico y pese a toda la seguridad que existía en la basílica de la Santa Cruz de Jerusalén, los ladrones se llevaron variedad de joyas, reliquias y adornos religiosos, entre ellos, el cofre de madera y metal, que luego aparecería en territorio español, sin saberse por qué medio y cómo llegó allí.

Sunday, November 05, 2006


Esta es la segunda parte de la “Introducción” de la novela a la que le falta determinar el nombre: o “Detrás del Altar y la Cruz” o “El Madero”.


Para ubicarse en el tiempo, se deberá leer primero la parte de la Introducción que está publicada más abajo. Este tramo va en segundo lugar.
Luego deberá esperar que se publique el libro para conocer desde el Primer capítulo.




Cuzco, Perú, 1540.


Poco se sabe de la juventud de Pedro de Valdivia. Tal vez se sabe más de su adultez y de los últimos años de vida que pasó en el actual territorio chileno. La historia señala que sí existe certeza que en las primeras semanas del año 1540, Valdivia toma la decisión de partir del Cuzco hacia el sur, con lo poco que contaba después de la conquista. La mayor parte de los dineros obtenidos se gastaron en sus primeros embates de preparación para el viaje. Le acompañaron unos cuantos españoles, casi una docena; otros creyeron que estaba mal del juicio y no se arriesgaron en esta nueva aventura. Se agregaron unos mil indios encargados de transportar la carga; en el camino se les unieron otros ocho españoles llegados con Almagro, entre ellos Juan Rodrigo Ayala de Rivera, de un pasado no muy docto, pero listo, audaz y codicioso.
Cuando partieron del Cuzco, llegaron hasta Tarapacá –como señala Leopoldo Castedo en su Resumen de la Historia de Chile de Encina- cruzando por el valle de Arequipa hasta alcanzar Tacna y esperaron allí algunos refuerzos prometidos, que se unieron con los que venían de Tarija. Tiempo después llegaron unos ochenta españoles más que se fusionaron a la tropa. El grupo ya era más potente, sobre todo cuando Francisco de Villagra tuvo la decisión de convencer a varios más para que se agregaran al conjunto. Llegaron a ser 110 los españoles en total.
Juan Rodrigo Ayala de Rivera, hizo una férrea amistad con cuatro de los indios que asistían y trasladaban las cargas para el viaje. Él les encargó un bulto personal de unos 4 kilos de peso, forrado en mantas y linos, de unos 45 centímetros de largo y 30 de ancho y por otro tanto de alto. Les señaló que tenían que dar hasta sus vidas por ese bulto y serían remunerados con lingotes de oro y la libertad cuando llegaran a su destino final. Los cuatro indios asintieron y prometieron cuidar el gran envoltorio hasta con sus vidas. Nadie más, ni Pedro de Valdivia u otro integrante de la caravana, debían tener conocimiento de este encargo, que traído desde España por Ayala de Rivera, debía mantenerse incólumne, íntegro y a salvo. Hasta el momento ni él mismo conocía lo que resguardaba el cofre. Los extraños signos sobre la cubierta le impedía hacerlo, por miedo.
Cuando la dotación se supuso casi completa, integrados ya Juan Bohon, Pedro de Villagra, Juan Jufré, Jerónimo de Alderete y el capellán Rodrigo González de Marmolejo, todos, futuros pilares de las familias chilenas, partieron hacia su destino; el territorio del actual país llamado Chile.
Luego de 11 meses de dura travesía, disputas, rencillas y altercados, llegaron al valle de Copiapó, donde la resistencia de los indios se hizo clara y tenaz. Antes de llegar al valle del Mapocho, hubo varios intentos de asesinato a Valdivia, sin que lograran terminar con su vida.
Muy a pesar de Juan Rodrigo Ayala de Rivera y debido a las extensas caminatas, los fríos reinantes y otros factores adversos, fallecieron en el camino dos de los cuatro indios que mantenían el secreto del bulto.
Tiempo después de la fundación de Santiago el 12 de febrero de 1541, el único sobreviviente de los cuatro indios escogidos, llamado Mamachi, que aún ocultaba sensatamente el bulto secreto, junto con Ayala de Rivera y muchos más, se dirigieron al norte de Santiago, donde fundaron la ciudad de La Serena a fines de 1544, la que fue destruida por indígenas poco tiempo después de la fundación y luego vuelta a fundar el 26 de agosto de 1549.
Allí, en ese afán de restituir la ciudad de La Serena, falleció el español Juan Rodrigo Ayala de Rivera, aquejado de una extraña enfermedad, pero sin saber y deleitarse del contenido del cofre que había robado una vez desde una iglesia de Madrid. Se lo entregó definitivamente a Mamachi.
Semanas después, el indio Mamachi huyó hacia los contrafuertes cordilleranos que hoy son los de la localidad de Andacollo. En ese lugar lo recibió la familia Peraiguillo, quienes lo cuidaron y alimentaron. El indio Mamachi vivió allí por más de 25 años y ayudó en los trabajos mineros a la familia que le acogió.
En 1574, Mamachi falleció de viejo, pero poco antes de hacerlo, entregó el bulto a Mario Peraiguillo Péres a quien aleccionó acerca del extraño paquete, que no debía desenvolver y que siempre debiera ser cuidado hasta dar la vida por él. Así lo comprendió la familia Peraiguillo Péres y lo guardaron celosamente.
En 1608, cuando los nietos de Mario Peraiguillo Péres se fueron al sur del país, se llevaron el bulto, manteniendo increíblemente el compromiso de no abrir ni desenfundar dicho envoltorio. Se instalaron e hicieron familia en lo que hoy es la ciudad de Talca, que sería fundada en 1742. Corriendo el año 1620, los descendientes de Mario Peraiguillo Péres, para salvarse del embrollo de las ganas de abrir el cofre, enviaron a un empleado a enterrar el adminículo en los cerros más alejados del lugar y cercanos a la Cordillera de Los Andes. El hombre designado fue cargando dos burros y jamás volvió.
Después de casi 330 años, es decir a mediados de 1948, mientras realizaban excavaciones buscando agua dulce, varios trabajadores del fundo Los Copihues Blancos, encontraron un bulto enterrado a más de dos metros de profundidad. Estaba envuelto en cueros de burro, trapos y papel, con una leyenda escrita con sangre de algún animal, que rezaba: “No abrir jamás, de otra forma las maldiciones llegarán”.
Los hombres llevaron dicho envoltorio a manos de sus patrones, la familia de Gerardo Grancia Lopehegui, latifundista y dueño de dos fundos agrícolas de la zona, quien recibió el extraño paquete de manos de sus obreros. Grancia Lopehegui tenía dos hijos, Marcelo de 19 años e Ismael de sólo 17.
El latifundista Gerardo Grancia era un hombre de amplio criterio y gustaba de enseñar a sus hijos con responsabilidad. Decidió regalar dicho curioso embalaje a su hijo menor, Ismael, con la finalidad de que se fuera acostumbrando a mantener secretos y aplicar los mandatos familiares en cuanto a las responsabilidades. El joven Ismael Grancia lo aceptó prometiendo no abrirlo jamás, incluso en el tiempo en que ingresó al Seminario Mayor de San Lázaro, cerca de Talca, para ser sacerdote.
Sus padres siempre mantuvieron plena confianza en él y con ese predicamento y juicio se fueron de este mundo. Ya sacerdote, Ismael Grancia los lloró.

Thursday, November 02, 2006

Pronto la segunda parte de la Introducción de la novela.